El verdadero desarrollo se demuestra y se hace evidente en los momentos de la verdad, en esos momentos en los que nos enfrentamos a situaciones desafiantes que ponen a prueba nuestras habilidades y nos obligan a confrontar nuestros miedos, inseguridades y falta de conocimiento. Esas situaciones que encierran en sí mismas oportunidades y amenazas.
Ante esos momentos de la verdad, he visto equipos modestos transformarse; actuar de manera brillante, dejando de lado egos y diferencias y buscando siempre la manera de seguir avanzando, no sin dificultades, hasta lograr objetivos compartidos.

También he visto cómo el espejismo de un equipo potente y cohesionado se desvanecía ante la presión y la complejidad, no dejando ni rastro del compromiso y la responsabilidad que venían haciendo gala.
El entrenamiento y el músculo desarrollado anteriormente es importante porque nos prepara para este momento. Una prueba que es superada si el grupo asume la responsabilidad plena que su propia capacidad le otorga y da un valiente paso adelante. Asumiendo el liderazgo que los momentos de la verdad reclaman, respondiendo de manera conjunta como un equipo cohesionado.
Un paso adelante que requiere muchas veces sostener desde la humildad y en lo colectivo, la incomodidad de aceptar que todavía no tenemos la respuesta, pero sí la capacidad, entre todos, de buscar alternativas y encontrar soluciones.
Un paso adelante que implica:
- entender a través del análisis compartido del problema/oportunidad,
- cuestionar y plantear hipótesis de trabajo que habrá que desarrollar y evaluar
- para rápidamente mejorar y/o reorientar, si procede, los siguientes pasos.
Y que requerirá, para seguir avanzando (sin sucumbir en trampas y conflictos), crear el contexto adecuado:
- aceptando el no saber y la incomodidad que eso produce, y dando espacio, por tanto, con naturalidad y aceptación, a la posibilidad de proponer y probar, y por tanto errar, en la búsqueda de posibles avances.
- generando espacios de trabajo donde aportar ideas, en beta, sin bombardearlo desde el escepticismo y el juicio, escuchando de verdad, buscando entender, porque no sólo la propuesta tiene valor; también la mirada que ha provocado esa respuesta. Pues tal vez, en el ejercicio de entender, preguntar, cuestionar y debatir es posible que podamos llegar a transformar las ideas originales (normalmente basado en conocimiento anterior) en nuevas ideas o propuestas que somos capaces de idear (nuevo conocimiento- fuente de innovación) y que probablemente se adapten más a la nueva realidad que se nos plantea.
- siendo flexibles y adaptándonos a lo que el equipo y sus miembros necesitan en cada momento, que no siempre es lo que nos apetece o gusta: ¿cuál es la contribución de mayor valor que puedo hacer ahora mismo en este equipo? Hacer, ayudar a hacer, apoyar, dejar de hacer,… desde una posición más central o más periférica…
- no conformándonos, pues las buenas soluciones raramente llegan sin la confianza necesaria en el potencial del equipo y sin esfuerzo… pero tampoco llegando por la parálisis por análisis en la búsqueda de la irreal perfección. Recuerda ¡mejor hecho que perfecto!
Es decir, exigiéndonos y retándonos a la par que nos apoyamos mutuamente, trabajando desde la interdependencia real, poniendo en valor tanto lo que nos une (propósito común) como nuestras diferencias (habilidades y competencias complementarias), y apoyándonos en el compromiso y responsabilidad compartidas, que las nutrimos y cuidamos.
Porque ese es el tipo de respuestas que marca la diferencia, ese es el tipo de conductas, comportamientos y actitudes que fomentan aquellos que buscan avanzar aun en la dificultad, no sin dificultades, pero sin desistir.
Para mí es la madera de la que están hechas las personas y equipos que asumen la responsabilidad de liderar proyectos y equipos.
Y sí, a veces ahí, en esos momentos, puede un acompañamiento efectivo de una persona externa ser de valor para el equipo. Ayudándoles con su presencia, aportando herramientas concretas y feedback, sumando otra mirada extra que apoya al equipo.
Por último, te dejo este verso del poema El hombre en la Arena, un fragmento de un discurso que Theodore Roosevelt dio en La Sorbona (París), el 23 de abril de 1910.
“No es el crítico quien cuenta;
ni aquél que señala cómo el hombre fuerte se tambalea,
o dónde el autor de los hechos podría haberlo hecho mejor.
El reconocimiento pertenece al hombre que está en la arena,
con el rostro desfigurado por el polvo y el sudor y la sangre;
quien se esfuerza valientemente; quien yerra,
quien da un traspié tras otro,
pues no hay esfuerzo sin error ni fallo;
pero quien realmente se empeña en lograr su cometido;
quien conoce grandes entusiasmos,
las grandes devociones;
quien se consagra a una causa digna;
quien en el mejor de los casos encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso,
y quien en el peor de los casos,
si fracasa,
al menos fracasa atreviéndose en grande,
de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota.”
-Theodore Roosevelt
¿Cómo reacciona tu equipo ante los obstáculos que se presentan en el camino?¿Y ante las oportunidades? No dudes en escribirme si crees que tenéis un potencial oculto que aún no habéis logrado que emerja y brille.

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