La toma de decisiones es a la empresa y los proyectos lo que el aparato circulatoria al cuerpo. No se puede avanzar sin tomar decisiones, y la calidad de las mismas determinará su longevidad y calidad de vida.
Decisiones que más que un acto, son un proceso. Un proceso que requieren de un análisis. ¡Cuidado aplicar buenas soluciones al “problema equivocado!”
Un análisis que si además estamos en entornos complejos, en los que la gestión del conocimiento es la principal materia prima, requiere muchas veces de compartir miradas distintas que aportan información cualificada y de valor y trabajo a partir de la misma . Conversaciones de calidad que van de la mano de la escucha, la mirada crítica y la construcción colectiva que se antoja necesaria antes de llegar a decidir (como acto final previa a la implementación) en base a criterios clave que nos acerquen al objetivo.
Decirlo es fácil, llevarlo a la práctica no tanto, e implica tener en cuenta y gestionar variables técnicas y sociales: somos personas tomando decisiones técnicas (y no técnicas). ¿Se puede aprender y entrenar?
¡Por supuesto! Y no es que se pueda, sino que es necesario entrenar ese poderoso músculo. Máxime si tenemos en cuenta que en entornos complejos la creación de culturas que fomentan el aprendizaje es tan necesario como el aire que respiramos.

Pero algunas ideas en relación a la toma de decisiones en entornos complejos…
- al no decidir también estamos decidiendo… que si ha de ser así, al menos seamos conscientes de esto… ¡y de las consecuencias!
- la parálisis por análisis o la no toma de decisiones se suele interpretar con liderazgos débiles y sus efectos se perciben rápidamente en los miembros del equipo. Falta de foco, sensación de “andar como polllo sin cabeza” y apagando fuegos… generan falta de compromiso (también en aquellos que eran comprometidos por naturaleza) como pura defensa y protección ante el dolor y frustración que pelearse ante la inmovilidad supone…
- la decisión no es un acto único, sino un proceso. Un proceso con fases… (sí, ya lo había dicho, pero es que ¡todo cambia tanto cuando lo vivimos de esa manera!). Si no estamos preparados para tomar la decisión revisa el proceso
- más importante que quién decide (en base a capacidad y delegación en toma de decisiones… no es mi intención cuestionar nada aquí…), es cómo se decide, es decir, el proceso que se ha seguido para la toma de decisiones
- tan malo es eludir y no plantear la decisión que toca poner encima de la mesa como plantearla cuando no procede o invitando a quien no procede
- no ser claros y dar a entender que participamos en la toma de decisiones cuando en realidad sólo se nos está consultando o invitando a aportar ideas, tiene un efecto nefasto en la confianza del equipo. Más si luego se toman decisiones en base a otros criterios o teniendo otras informaciones (seguramente oportunos).
Seamos claros, y una vez tomada la decisión comuniquémosla. Si es una decisión diferente, ¿qué tal si compartimos el criterio y las causas que sustentan esa decisión? Mi experiencia me dice que las personas somos suficientemente inteligentes y gestionamos la frustración (si existe) bien cuando nos ayudan a entenderlo, o aun no compartiendo la decisión vemos una voluntad de transparencia. Lo que no perdonamos es la falta de consideración que implica la callada por respuesta…. y cuidado con las interpretaciones y los huecos que llenamos con nuestra imaginación. ¡Las películas que nos podemos llegar a montar en la cabeza!! y sus efectos a futuro 😱
Un tema fascinante, relevante y que debería ser fuente de reflexión permanente:
- ¿Cómo son nuestros procesos de decisión?
- ¿Cómo lo estamos haciendo?
- ¿Cómo podríamos mejorar?

Continuará….
Nota: las fotos corresponden a una sesión de entrenamiento y trabajo sobre situaciones reales en la gestión de proyectos de innovación y desarrollo.

