Cuando en el BBVA me nombraron Directora de oficina, recibí formación técnica, financiera, de gestión, … y alguna orientación comercial; básicamente argumentarios y algunas herramientas a mi alcance para conocer mejor a los clientes,… Si alguna vez tenía algún problema técnico, tenía diferentes departamentos a los que acudir, y se solucionaba. ¡Eficacia y eficiencia!
A lo largo del tiempo recibí diferentes formaciones, pero siempre con ese carácter financiero-comercial.
Pero durante los más de 10 años que trabajé en el banco, la experiencia me llevó a darme cuenta que si bien el conocimiento técnico es imprescindible para dar un servicio de calidad, resulta claramente insuficiente cuando gran parte de tu labor, y en consecuencia los resultados, dependen de tu relación con las personas.
Porque tanto el equipo de la oficina, como los clientes, son personas… y como tal, todas distintas. Cada uno somos «de su padre y de su madre», y lo que funciona con uno no funciona con otro.
La cuestión es, que cuando empiezas a dirigir equipos, te encuentras con una serie de retos que «nadie te había contado», ni mucho menos te había preparado. Resulta que aspectos como la comunicación, la generación de confianza, el compromiso,… ¡son aspectos que cotizan al alza!! Ante cualquier contratiempo, ¿qué hacer? ¿Personas? ¿Recursos humanos? El departamento de RRHH no es accesible, y además (eso es lo que pensábamos), ¿cómo vas a ir contándoles que tienes problemas o dificultades gestionando a las personas?