Lo diferente fascina y asusta; nos atrae y pone nerviosos al mismo tiempo. Lo diferente tiene el soplo del aire fresco, pero al mismo tiempo nos genera incomodidad, porque nos cuestiona nuestros esquemas mentales… ¡nos pone a prueba!!

Pasamos de la fascinación y la novedad, al ¿miedo? a lo desconocido,… No nos han enseñado a convivir con lo diferente, un diferente que es mucho más común que lo ¿normal? ¿Qué es lo normal?
Hay un molde para establecer lo que es correcto, lo que es definido como un ideal (¿para quién? no se sabe… pero sobrevuela sobre nosotros)… y parece que debemos entrar en el molde. Un molde que es estrecho, que es incómodo, que en realidad ¿pocos? ¿casi nadie? se ajusta al mismo, pero donde consciente o inconscientemente tratamos de ajustarnos de alguna manera…
Y ¡ahí es donde surgen tantos y tantos problemas!!! Porque, ¿qué supone ser la ficha negra en un tablero de fichas blancas?
La ficha negra, en principio no es ni buena ni mala, simplemente diferente. Pero por ese diferente, siente que no encaja… ¡el sistema está pensado para fichas blancas!!! La ficha negra trata de ajustarse al molde… como esos juegos de niños, donde las manos regordetas tratan de introducir la ficha cuadrada en el agujero redondo, y por más que lo intente no puede… y se siente frustrada… y a veces (demasiadas) veces, incluso empieza a creer que ser una ficha negra es malo…
Porque ser una ficha negra no es fácil… Y es que a la ficha negra se le dice que no debe ser ni demasiado extrovertida o espontánea («es que siempre quiere llamar la atención» o incluso «molesta»), ni demasiado introvertida-reflexiva («es un poco rara, siempre metida en su mundo»). Se le anima a ser creativa, pero cuando en sus dibujos e historias habla de mundos imaginarios y realidades alternativas, se le dice que es fantasiosa, y que debe dibujar cosas que ve a su alrededor. Por contra, a la ficha que dibuja casas… bonitas, pero siempre casas… se le dice que no ejercita su creatividad, que se atreva a explorar.