En el post anterior reflexionaba sobre el cambio y el momento en el que nos enfrentamos a la decisión de adentrarnos o no en lo desconocido, fuera de nuestra zona de confort. Ese momento en el que nos encontramos cara a cara con nuestra vulnerabilidad. Es un momento crítico en el que hago de tripas corazón , y valorando el potencial beneficio que supone para mi me adentro a explorar nuevas posibilidades, desconocidas para mi, fuera de los roles en los que me manejo y donde sé qué puedo esperar… O por el contrario, doy un paso atrás y decido seguir donde estoy.
Hoy siento la necesidad de seguir ahondando en el cambio, tal vez motivado por mi momento vital y el impacto que la Participación Genuina de Eugenio Molini, aderezada con otras lecturas (Stephen Covey, entre otros) y vivencias están teniendo sobre mi.
El cambio es un proceso más o menos doloroso, en tanto en cuanto implica dejar una situación ya conocida (cómoda?) para nosotros, y adentrarnos en una nueva realidad. Frente a esa nueva fuerza de cambio, surgen las resistencias. Incluso en aquel entorno con mayor espíritu aventurero, más rompedor, más innovador, siempre hay alguna vocecita más o menos gritona, que alerta frente al cambio.
Esta voz, esta resistencia, es el reflejo de otra fuerza subyacente: la fuerza de la continuidad. Aquella que trata de preservar la identidad de la persona, del grupo,… Del sistema. Esta voz habla de aquello que tal vez sea bueno mantener, conquistas, logros que hemos ido consiguiendo… de nuestra identidad. También nos habla de los miedos… ¿Y que subyace en ese miedo? Pues precisamente el no querer perder algo de lo que tenemos ahora. No queremos la situación X porque implica dejar de hacer/tener/sentir esto otro que tengo ahora.
Dar cabida a esta voz, y valorarla en su justa medida, nos puede dar la estabilidad necesaria para el cambio. Porque cuando todo cambia, cuando parece que nos lanzamos al vacío, necesitamos saber que hay algo invariable a lo que agarrarnos. Nuestro salvavidas. Y la clave de la capacidad para cambiar es una idea constante de lo que uno es, de lo que persigue y de lo que valora.
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