La parte más rica que nos aportan las herramientas que ponemos a disposición de los equipos es el tipo de conversaciones que posibilitamos.
Conversaciones que nos ayudan a explorar, tomar consciencia y desarrollar el verdadero potencial del equipo.
No es tanto que haya herramientas mejores o peores, sino que la herramienta adecuada en el momento adecuado es la que permitirá al equipo tener la conversación adecuada, la que la situación requiere, y dar ese paso adelante.
No es tanto qué herramienta usar, sino cuándo y sobre todo cómo.

Trabajar en equipo utilizando su máximo potencial requiere sumar visiones diferentes y complementarias, esa información que la teoría dice que debiera ser compartida y la realidad es que está repartida en silos, atomizada entre las personas que conforman un equipo, una empresa, porque es muchas veces tácita y derivada de la experiencia en el día a día, llena de matices que pueden marcar una gran diferencia en las decisiones individuales que tomamos.
Decisiones que, con la mejor de las intenciones, y partiendo de la información limitada y sesgada que todos tenemos, vamos tomando individual y colectivamente. Provocando unos resultados, unos impactos… haciendo un camino.
Por eso la importancia de generar espacios para la conversación. Conversaciones a niveles operativos, tácitos y estratégicos. Conversaciones diferentes y complementarias, que requieren dinámicas diferentes, frecuencias diferentes, pero que posibilitan una coherencia entre el día a día, el medio y el largo plazo. Niveles que, cuando no están atendidos, se viven en el día a día con confusión y ansiedad en las personas y pérdida de efectividad en las empresas.
Es un privilegio ser testigo de lo que grandes profesionales, sumando conocimiento experto, grandes capacidades y ganas de sumar y avanzar son capaces de generar.
Foto: un momento de la sesión de ayer trabajando con los Roles de Belbin aplicados a equipos de innovación.

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