¿Por qué nos cuesta cambiar? El papel lo soporta todo, los planes pueden estar perfectamente diseñados… pero todos somos conscientes que el cambio supone asumir una parte de incertidumbre, una parte «sorpresas te da la vida» que no pueden ser controladas. No hay carta de garantía, no hay seguros de riesgo, no hay varita mágica,… hay un momento a lo largo del proceso que te enfrentas a la decisión personal de dar un paso adelante… o no.
Es un momento que puede ser más o menos fácil… pero reconozcámoslo, cuesta. Cuesta… porque es doloroso… aunque lo suframos en silencio… aunque sea más o menos doloroso… Porque hay una parte de renuncia, una parte de tener que confiar… ¿en qué?… ¿en lo que está por venir? ¿en mí?… pero con lo vulnerable y pequeña cosa que me siento en esos momentos de duda e incertidumbre… hay una parte de incertidumbre, de no saber, de no control.
Se cuentan muchas historias de cambio, pero solemos pasar del principio al final, sin contar lo que pasa en la mitad. Sin contar las dudas, los subidones (¡gracias a Dios también los hay!) y los bajones (¡a freír espárragos!), la sensación de estar más perdido que un pulpo en un garage, de dudar… de dudar del proceso, de ti, de la decisión que tomaste, de para qué narices estás haciendo todo esto… y sin saber hacia dónde tirar… con ganas de huir, con ganas de meterte debajo de las sábanas y no salir de allí…
Muchas historias, propias y ajenas, muchos momentos que suponen cuestionarte a ti mismo. Porque todavía no conozco, y conozco unas cuantas, ninguna historia que no haya tenido su momentos más puñeteros.
Pero claro, el cambio lo empieza una persona (o equipo) «siendo» una persona determinada, con un relato sobre si mismo concreto, con una identidad determinada aceptada por uno mismo. Esa identidad nos dice de lo que es capaz y de lo que no, lo que acepta y lo que no, lo que cree posible y lo que no,… Un montón de ideas (propias y ajenas que cree haberlas hecho suyas) con las cuales se siente identificado.
Pero en el camino, muchas de esas ideas se ponen a prueba, los límites entre lo que era posible y lo que no, lo que era aceptable y lo que no, lo que era deseable y lo que no, lo que podía esperar del mundo y lo que no, lo que era importante y lo que no… se empiezan a desdibujar. Son puestos a prueba. En mitad de eso tú, la persona, que ya no se siente identificado tan «cómodamente» con el relato sobre si mismo que se había construido, que ya empieza a ver cosas diferentes que hace que sienta que el zapato empieza a apretar… Y claro, si no soy quien era, ¿quién soy?
En todo cambio hay un momento que implica desprenderse de una forma de hacer y ser, para abrazar otra. Soltar lo conocido para abrazar lo nuevo. Lo nuevo que no puede ser controlado, lo nuevo que no es conocido a priori. Puede ser imaginado, esperado,… pero la realidad es que cuando llega, siempre tiene un elemento sorpresa. Nunca el resultado es tal cual lo imaginamos.
Ese soltar para avanzar hacia lo nuevo, implica encontrarnos cara a cara con nuestra vulnerabilidad. Vulnerabilidad que supone la incertidumbre, la falta de seguridad y control de avanzar hacia el futuro, un futuro donde todos los escenarios posibles coexisten. Un momento donde la seguridad de lo viejo conocido nos llama… incluso aun sabiendo que es una realidad incómoda, que el zapato ya nos aprieta… ¡ay cómo nos reclama con sus cantos de sirena!
Vulnerabilidad, como dice Brené Brown, no es ganar o perder sino tener el valor de dar la cara y dejarse ver cuando no tenemos el control sobre el resultado.
Y enfrentarnos a reconstruir el relato que sobre nosotros mismos nos hacemos. Re-construir una nueva identidad, que por supuesto tiene mucho de la anterior, pero que en el camino habrá soltado partes de ella misma, partes que ya no le sirven, que ya ha superado, para dar lugar a algo nuevo.
Un relato que nos da la posibilidad de construir desde lo que realmente somos, de lo aprendido, de lo que tenemos para ofrecer… porque el mundo está lleno de sufrimiento, pero rebosa de personas que lo han vencido y que, en su lucha, descubrieron algo valioso.
Y qué difícil es cuando sabes «lo que no quieres» pero no sabes qué quieres, hacia dónde dirigir tus esfuerzos. En eso andamos.
Muchas veces el cambio empieza ahí. La mayoría de las personas con las que trabajo están en ese punto… De hecho, cuando ponemos nombre al malestar y definimos el escenario donde sí queremos estar, hemos hecho gran parte del trabajo. La transformación ya se ha iniciado.
El punto en el que estás puede ser un gran regalo, la posibilidad de poner «orden» y alinear tu vida… aunque ahora mismo no lo percibas así.
Por si te puede ayudar… http://oazcoachingparaelcambio.com/la-tentacion-de-evitar-la-incomodidad-de-la-incertidumbre/
Un abrazo y gracias por compartir tu momento.
espectacular
Muchas gracias Jose, y ¡bienvenido al blog!!!
Me ja parecido muy interesante.
Saludos
Gracias Pedro y bienvenido al blog